La caña de bambú, en criterios botánicos, es una hierba rústica que crece con facilidad en regiones húmedas. Existen numerosas variedades de bambú, de las cuales siete son las más conocidas en Japón y se las encuentra en sitios diversos, desde las montañas nevadas hasta las islas tropicales.
Su crecimiento es rápido: cuando brota ya adquiere el grosor que tendrá en la madurez y en solo un mes alcanza los 30 metros de altura. La renovación de sus hojas forma colchones de hojarasca que permiten conservar la humedad, atemperar la tierra y cobijar otras plantas, hongos e insectos.
Su reproducción es por rizomas, es decir brotes que surgen de una planta adulta. Sin embargo, si se siembra una semilla de bambú, se dice que tarda seis años en germinar. En todo ese tiempo en que parecen vanos los esfuerzos del cultivador, en realidad el bambú genera una tupida red de raíces que le permitirá luego soportar tifones o tormentas sin voltearse ni quebrarse. Incluso los campesinos en Japón aseguran que en caso de terremoto, el cañaveral es un buen refugio pues su suelo está entramado y será más difícil que se abra. Todo un mensaje para valorar la paciencia y las raíces.
Bambú en las palabras
El ideograma de bambú, 竹 (take), integra otros kanji tan variados, hecho que expresa la omnipresencia de esta planta en la cultura de Japón. Por ejemplo:
籠 kago (canasta)
筆 fude (pincel para caligrafía japonesa)
筋 kin (músculo, tendón)
範 han (ejemplo, patrón)
笑う warau (reir)
築く kizuku (construir)
答える cotaeru (contestar)
Ideogramas y dibujos de take están impregnados en cerámicas, kimonos, sumi-e, haikus, xerigrafías, bordados y hasta en emblemas familiares de la época del Shogunato. ¿Por qué la caña será tan importante? Pues el bambú guarda muchas virtudes. En efecto, en el cuento folclórico de Kaguyahime (La princesa de la Luna), un campesino cortaba una caña de bambú cuando adentro encontró una bebé de extraordinaria hermosura.
Bambú en todas partes
Artesanos, ingenieros y arquitectos elogian las características del bambú. Su flexibilidad y resistencia se deben al gran contenido de sílice que hay en sus fibras. Su uso es típico en la decoración interior de las casas tradicionales, en los huertos a modo de tutores, y en un sinnúmero de cestos, obentobako (viandera), cajas finas, cucharas, shamoji (cucharón para servir el arroz) y utensilios para la ceremonia del té.
Con bambú se arma el esqueleto de los paraguas, chöchin (lámparas de papel) y abanicos que, además de ser atractivos, constituyen elementos fundamentales en el teatro japonés y en las festividades regionales.
Entre las celebraciones con bambú se destacan el Tanabata y el Año Nuevo. En el primero, dice la tradición que el 7 de julio (7 del 7), dos amantes condenados a ser estrellas distantes logran juntarse esa noche, por única vez en el año. En conmemoración de ese encuentro y ese amor inclaudicable, las personas adornan plantas de bambú y les cuelgan sus deseos. Al atardecer, se quema el bambú con las plegarias para que el humo las acerque a los dioses del cielo.
En Año Nuevo, en las casas se coloca el kadomatsu (guardián de la entrada), un adorno hecho de bambú y otras plantas típicas de Japón, que invita a los buenos kami (divinidades) a que habiten el hogar con buenos augurios.
Más derivados de la caña constituyen música, artes marciales y medicina. El bambú es insumo para flautas e instrumentos de cuerda; con él se fabrica el bo del Kendo y el arco y la flecha en Kyudo, y de él se extraen sustancias beneficiosas para los huesos, las articulaciones y la piel.
Este protagonismo del bambú se debe a que representa pureza, integridad, belleza natural y capacidad para superar cualquier inconveniente. Por ejemplo, en crónicas históricas ya se registra que en el parto se cortaba el cordón umbilical con un cuchillo de bambú. Hoy en día, los templos japoneses tienen cucharones de bambú y fuentes de agua para lavar los malos pensamientos antes de entrar, al igual que los jardines tienen ese artefacto de feng-shui que mezcla el sonido tranquilizador del fluir líquido con el golpe seco de la caña sobre la piedra.
Este artículo fue publicado también en la revista Urbanikkei.
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