El nombre de la empresa es una abreviatura: “GI” viene de Gifu, una prefectura en el centro de la isla de Honshu, entre Tokyo y Kioto. “A” representa a Argentina y “Links” significa vínculos, lazos. En el año ’98 era el 25° Aniversario de Gifu Kenjinkai en la Argentina (la agrupación de familias oriundas de la prefectura de Gifu) y vino el gobernador de esa región. En ese momento justo se había publicado en Japón un índice de autoabastecimiento alimentario por cada prefectura y Gifu-ken resultó último: mientras las demás prefecturas tenían cerca del 50%, Gifu-ken tenía un 38%. Es una de las provincias más extensas de Japón y a pesar de que no tiene tanta población, el problema es que es todo montaña y no tiene acceso al mar.
La prensa le preguntó al gobernador de Gifu, qué pensaba al respecto y señaló que el gobierno provincial podría comprar terrenos en Sudamérica para producir alimentos. Presentó un proyecto de ley que no tuvo apoyo suficiente pero no se rindió y convocó a empresarios del sector alimentario para diseñar un proyecto agro-comercial público-privado.
Hubo cerca de 40 viajes en que japoneses visitaron numerosos campos en la Argentina, Brasil y Paraguay, en busca de las condiciones propicias para cultivar sin agroquímicos. Por fin en 2002 se conformó GIALINK S.A. Corporation y emitieron acciones por mil dólares para que la mayor cantidad posible de personas pudiera participar de la iniciativa.
En 2003 coincidió con que JICA vendía sus terrenos en Baradero, que hasta ese entonces estaban destinados para ayudar a los inmigrantes japoneses. GIALINK los compró, eran unas 540 has. Se tardó cerca de cuatro años para alcanzar la certificación orgánica. Y hoy se cultivan semillas de Japón para cosechar según lo que pide el paladar japonés. En Japón, la soja no es igual para todo. Hay distintas variedades según si es para consumir como grano, para tofu, natto, miso o shoyu.
“El cultivo en sí no genera ganancias”, aclaró Aoki, pero los japoneses insisten en producir alimentos sin pesticidas ni fertilizantes porque son más saludables. El beneficio también es para Argentina: porque fortalece el movimiento de productores orgánicos, genera fuentes de trabajo local que no expone a los trabajadores a químicos peligrosos y realiza prácticas agrícolas que protegen el suelo.
Uno se pregunta ¿por qué Argentina, a pesar de que está justo en el extremo más lejos de Japón? Aoki recordó que no hay muchos lugares donde se pueda cultivar soja y menos de manera orgánica. Tiene que haber tierra fértil, contar con lluvias pero también heladas para matar gérmenes e insectos. En ese sentido, los japoneses que vienen a Baradero miden la calidad del terreno según si ven luciérnagas en él y se asombran que, al clavar una pala en el medio del campo, la tierra que levantan tiene lombrices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario