miércoles, 6 de agosto de 2014

Contra las bombas atómicas: grullas y semillas de paz

A 69 años de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, resulta interesante conocer dos instituciones argentinas que difunden un mensaje de Memoria y Paz, unen las distancias y promueven el cuidado del ambiente. Estas son la Fundación Sadako y el proyecto Semillas de Paz del Colegio Nichia Gakuin.




La Fundación Sadako está presidida por su fundadora, Tomoko Aikawa, oriunda de Hiroshima que formó su familia en la Argentina y se dedica a unir puentes entre la cultura argentina y la japonesa. El nombre de la fundación se debe a Sadako Sasaki, una niña que sobrevivió a la bomba atómica en 1945 pero años más tarde contrajo leucemia, a causa de la radiactividad a la que estuvo expuesta. Durante sus largas internaciones no dejaba de hacer tsurus en origami, es decir grullas de papel, porque según la creencia popular, si hacés mil grullas, la persona enferma se puede curar.

Lamentablemente Sadako murió a la edad de 12 años pero, de alguna manera, sigue presente con las ganas que tenía de vivir, como bandera para que ningún niño o niña padezca lo que ella sufrió y pueda tener la posibilidad de ir a la escuela, jugar con sus amigos, crecer y concretar sus sueños.

Actualmente, Tomoko promueve también la Red de Alcaldes por la Paz, una red internacional encabezada por el gobernador de Hiroshima y en la que ya se adhirieron más de 50 ciudades argentinas, transmitiendo el mismo mensaje de paz, por un mundo sin armas de destrucción masiva.

Si uno se pregunta ¿qué relación hay entre la paz y el medioambiente?, cabe recordar que después de las bombas atómicas, surgió en Japón un movimiento antinuclear que se reavivó hace cuatro años con el Gran Terremoto de Tohoku y el problema en la central nuclear Fukushima Daiichi.

También surgió un movimiento de sobrevivientes a las bombas atómicas -Hibakusha- y sobre esto recomendamos una serie de documentales del argentino Roberto Fernández que entrevistó a diferentes hibakushas que viven actualmente en Brasil y dan su testimonio, en primera persona, con la clara intención de que ese infierno no se repita jamás.

Y si hablamos de sobrevivientes, además de las personas también sobrevivió la naturaleza. En 1945 se creía que por 75 años no iba a crecer nada en Hiroshima ni en Nagasaki, es decir hasta el 2020. Pero no fue así, afortunadamente. Ambas ciudades fueron reconstruidas, y son pujantes urbes, libres de contaminación radiactiva.

Y con esto se relaciona el Proyecto Semillas de Paz, que hoy cumple tres años, a cargo de Julio Bernal, un integrante de la comisión de padres del Colegio argentino-japonés Nichia Gakuin que por esas cosas del destino, recibe de la ONG Green Legacy Hiroshima una donación de semillas de los 170 árboles que sobrevivieron a las bombas atómicas con el compromiso de sembrarlas en espacios públicos de Argentina, difundiendo la memoria y un mensaje de paz, esperanza y vida.

Así, ya hay plantines de ginko, alcanfor y kaki que crecen en lugares de la colectividad japonesa como el Jardín Japonés, las asociaciones japonesas de Escobar y Florencio Varela, y el campo deportivo Uruma-en del Centro Okinawense pero también en el Colegio Nacional de Paraná, en la Catedral de San Martín, en la plaza de 9 de Julio, en el campus de la Universidad Nacional de San Martín y en muchos otros espacios públicos.

En definitiva, cuidar el ambiente y promover la paz están íntimamente relacionados porque en ambos casos se trata de preservar los recursos naturales, y fomentar la solidaridad, la participación democrática y el amor al prójimo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario